Si pasamos nuestros días esperando las fantásticas rosas, podríamos obviar la belleza y la maravilla de las pequeñas nomeolvides que están a nuestro alrededor.
Esto no quiere decir que debemos abandonar la esperanza o rebajar nuestras metas. Nunca dejen de luchar por lo mejor que hay dentro de ustedes. Nunca dejen de anhelar todos los deseos justos de su corazón; pero no cierren los ojos y el corazón a la sencilla y elegante belleza de los momentos cotidianos que conforman una vida plena y bien vivida.
Las personas más felices que conozco no son las que encuentran su billete dorado; son las que, en la búsqueda de sus nobles objetivos, descubren y valoran la belleza y la dulzura de los momentos cotidianos; son las que todos los días, hilo a hilo, tejen un tapiz de gratitud y admiración a lo largo de su vida; son los que son verdaderamente felices.